Cuarenta
y siete días después del triunfo, exactamente en horas de la tarde del 16 de
febrero, el Jefe de la Revolución, se vio obligado a asumir, solicitado por sus
compañeros, el cargo de Primer Ministro.
La
presencia de Fidel al frente del Consejo de Ministros fortalece e imprime un
nuevo estilo y un gran impulso a las tareas del Gobierno Revolucionario y rompe
las trabas que Miró Cardona había creado. Aparecieron las leyes que el pueblo
esperaba, así el 17 de mayo se firma la Ley de Reforma Agraria que radicalizaba
la Revolución. Sin embargo, no se trataba solo de Miró Cardona, los obstáculos
continuaban. El presidente Urrutia no había dejado de ser un freno a las
expectativas de la nación cubana.
El
lunes 13 de julio el presidente Urrutia ofrece una entrevista en su despacho de
Palacio. Uno de los puntos más importantes de la entrevista se refirió a la
traición de Díaz Lanz y las declaraciones de este en los Estados Unidos. En su
respuesta empleó las mismas armas utilizadas por el enemigo contra la
Revolución: el anticomunismo, atacó al comunismo, al periódico Hoy, y no asumió una actitud de defensa a la Revolución ante las
declaraciones de Díaz Lanz.
Los
pronunciamientos públicos del 13 de julio, del presidente Urrutia provocan
incertidumbre en el pueblo y estimulan las embestidas de la prensa
reaccionaria. Había que tomar una decisión para que la Revolución marchara con
la intensidad requerida. Ante la amenaza, la altura ética y de defensa de los
principios de Fidel, lo llevan a lo que llamó la única alternativa: su renuncia
al cargo de Primer Ministro.
En
las primeras horas de la madrugada del viernes 17 de julio, Fidel informa de su
decisión al director del periódico Revolución para hacerlo
público a través de ese medio de prensa. En la primera página del periódico de
ese día, aparece un titular de dos palabras: RENUNCIA FIDEL. Inmediatamente
debajo del subtítulo: "Explicará hoy al pueblo los motivos de su
decisión".
Cuba
entera dice: No acepto esa renuncia. Desde las primeras horas de esa dramática
mañana del 17 de julio, en la medida que el pueblo y sus organizaciones conocen
la noticia, el país se estremece. La reacción del pueblo es unánime en defensa
de Fidel. Las guaguas llevan letreros que dicen: "Fuera los traidores del
gobierno". El pueblo se congrega en los alrededores del Palacio
Presidencial, portan carteles en los que se lee: "Fidel: Contigo hasta la
muerte". "Que se vaya el otro".
El
pueblo se moviliza. Está intranquilo. Todos quieren que regrese Fidel. Los
dirigentes de las principales organizaciones piden calma para esperar las
declaraciones del líder máximo de la Revolución.
Como
muestra de confianza en Fidel y en la Revolución, desde Yaguajay ese día 17,
parte una columna de campesinos a caballo hacia La Habana para estar presentes
en el acto por el 26 de Julio. Al frente de la columna campesina marchan los
comandantes Camilo Cienfuegos, Félix Torres y Orestes Guerra, y otros oficiales
del Ejército Rebelde.
A las 8 de la noche, inicia Fidel sus declaraciones a través de la
televisión y lo primero que aclara es que el pueblo no debe preocuparse en
absoluto por el destino de la Revolución, pues él no veía razones para esa
preocupación, y que le parecía verdaderamente negativo que el destino de una
nación pueda depender de hombres.
Explica que
renunciar a un cargo no quiere decir renunciar a la Revolución ni al
cumplimiento del deber, y que desde cualquier lugar donde nos encontremos,
desde un cargo importante hasta uno insignificante no tenemos otra razón de
existir y de ser que defender esta obra que estamos haciendo. Y reitera:
"No he dado
ni daré un solo paso en mi vida que no tienda única y exclusivamente a servir a
esta causa que con tanta lealtad y tanto interés hemos venido defendiendo".
[...]
"A la
Revolución no renuncio; ni renunciaré jamás" (p. 55)
FIDEL REASUME SU CARGO DE PRIMER MINISTRO
En horas de la tarde los campesinos de todos los
rincones de Cuba junto al pueblo habanero e invitados extranjeros, colman la
Plaza Cívica. Las palabras finales del Presidente Dorticós se convierten en una
consulta:
"Yo quiero realizar aquí la consulta más
directa posible al pueblo de Cuba: ¿Desean ustedes o no que ejerza sus
funciones de Gobierno el doctor Fidel Castro? (Exclamaciones de SÍ y grandes
aplausos)
Pues si es así, y si esta es la respuesta, yo
termino mis palabras alentado por la esperanza, porque aquí quiero repetir unas
palabras que pronunciara hace sólo unas horas en la escalinata de la
Universidad de La Habana: Esta vez, por vez primera en la historia de nuestra
Revolución, no manda Fidel Castro; manda el pueblo que ordena a Fidel Castro
cumplir con su deber como gobernante". (p. 101)
En medio de una prolongada e ininterrumpida
ovación, Dorticós se acerca a Raúl, toma el micrófono y dice:
"Compañeros: en el instante más cargado de
emoción de mi vida, puedo hoy como Presidente de la República, anunciar a
ustedes que el compañero Fidel Castro, ante vuestro mandato, ha aceptado
retornar al cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario". (p.
101)
La ovación durante varios minutos fue
estruendosa. Cuando el pueblo se calma, continúa Raúl: "Creo que esta vez,
colectivamente, conjuntamente con todo nuestro pueblo, podemos decir: ¡Gracias
Fidel! ¡Qué regrese Fidel! Y ya regresó. En realidad, creo que nunca se fue,
porque su pueblo no lo dejaba".
El discurso de Fidel Castro es el más esperado en
el gigantesco acto, y comienza:
"Al hablarles en estos instantes, lo
primero, la primera idea que me viene a la mente, era preguntarme: ¿Por qué
tiene que caer sobre un ciudadano igual que ustedes un peso tan grande de
gratitud con su pueblo, con las muestras excesivamente generosas que le han
dado de cariño y adhesión? ¿Por qué, si en definitiva no hemos hecho más que
tratar de cumplir con el deber, si en definitiva ésta no es obra de un hombre,
sino la obra de un pueblo; no es el mérito de un hombre, sino el mérito de un
pueblo; no es la gloria de un hombre, sino la gloria de un pueblo, y sobre
todo, la gloria de los hombres que han caído por hacer posible estos instantes
de felicidad que Cuba vive?
(...) el pueblo sabe perfectamente bien que no
estoy dispuesto a sacrificar un ápice de las conveniencias de la Nación, que no
estoy dispuesto a sacrificar un ápice de mi sentido del deber y del desinterés
que me ha inspirado siempre en esta lucha, ni por el cargo de Primer Ministro
ni por todos los cargos de Primer Ministro del mundo juntos". (p.
102-103).
Entonces,
repitió aquellas palabras que pronunciara el 16 de octubre de 1953 en su
autodefensa: "En definitiva, puedo repetir otra vez, con absoluta certeza
a los detractores de nuestra Revolución: condenadme, no importa, la historia me
absolverá". (p. 103)
Publicado en: http://www.granma.cu/granmad/2009/07/17/nacional/artic01.html