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lunes, 16 de julio de 2018

"Renunció al cargo, no a la Revolución......"

Cuarenta y siete días después del triunfo, exactamente en horas de la tarde del 16 de febrero, el Jefe de la Revolución, se vio obligado a asumir, solicitado por sus compañeros, el cargo de Primer Ministro.
La presencia de Fidel al frente del Consejo de Ministros fortalece e imprime un nuevo estilo y un gran impulso a las tareas del Gobierno Revolucionario y rompe las trabas que Miró Cardona había creado. Aparecieron las leyes que el pueblo esperaba, así el 17 de mayo se firma la Ley de Reforma Agraria que radicalizaba la Revolución. Sin embargo, no se trataba solo de Miró Cardona, los obstáculos continuaban. El presidente Urrutia no había dejado de ser un freno a las expectativas de la nación cubana.
El lunes 13 de julio el presidente Urrutia ofrece una entrevista en su despacho de Palacio. Uno de los puntos más importantes de la entrevista se refirió a la traición de Díaz Lanz y las declaraciones de este en los Estados Unidos. En su respuesta empleó las mismas armas utilizadas por el enemigo contra la Revolución: el anticomunismo, atacó al comunismo, al periódico Hoy, y no asumió una actitud de defensa a la Revolución ante las declaraciones de Díaz Lanz.
Los pronunciamientos públicos del 13 de julio, del presidente Urrutia provocan incertidumbre en el pueblo y estimulan las embestidas de la prensa reaccionaria. Había que tomar una decisión para que la Revolución marchara con la intensidad requerida. Ante la amenaza, la altura ética y de defensa de los principios de Fidel, lo llevan a lo que llamó la única alternativa: su renuncia al cargo de Primer Ministro.
En las primeras horas de la madrugada del viernes 17 de julio, Fidel informa de su decisión al director del periódico Revolución para hacerlo público a través de ese medio de prensa. En la primera página del periódico de ese día, aparece un titular de dos palabras: RENUNCIA FIDEL. Inmediatamente debajo del subtítulo: "Explicará hoy al pueblo los motivos de su decisión".
Cuba entera dice: No acepto esa renuncia. Desde las primeras horas de esa dramática mañana del 17 de julio, en la medida que el pueblo y sus organizaciones conocen la noticia, el país se estremece. La reacción del pueblo es unánime en defensa de Fidel. Las guaguas llevan letreros que dicen: "Fuera los traidores del gobierno". El pueblo se congrega en los alrededores del Palacio Presidencial, portan carteles en los que se lee: "Fidel: Contigo hasta la muerte". "Que se vaya el otro".

El pueblo se moviliza. Está intranquilo. Todos quieren que regrese Fidel. Los dirigentes de las principales organizaciones piden calma para esperar las declaraciones del líder máximo de la Revolución.
Como muestra de confianza en Fidel y en la Revolución, desde Yaguajay ese día 17, parte una columna de campesinos a caballo hacia La Habana para estar presentes en el acto por el 26 de Julio. Al frente de la columna campesina marchan los comandantes Camilo Cienfuegos, Félix Torres y Orestes Guerra, y otros oficiales del Ejército Rebelde.
A las 8 de la noche, inicia Fidel sus declaraciones a través de la televisión y lo primero que aclara es que el pueblo no debe preocuparse en absoluto por el destino de la Revolución, pues él no veía razones para esa preocupación, y que le parecía verdaderamente negativo que el destino de una nación pueda depender de hombres.
Explica que renunciar a un cargo no quiere decir renunciar a la Revolución ni al cumplimiento del deber, y que desde cualquier lugar donde nos encontremos, desde un cargo importante hasta uno insignificante no tenemos otra razón de existir y de ser que defender esta obra que estamos haciendo. Y reitera:
"No he dado ni daré un solo paso en mi vida que no tienda única y exclusivamente a servir a esta causa que con tanta lealtad y tanto interés hemos venido defendiendo". [...]
"A la Revolución no renuncio; ni renunciaré jamás" (p. 55)
FIDEL REASUME SU CARGO DE PRIMER MINISTRO
En horas de la tarde los campesinos de todos los rincones de Cuba junto al pueblo habanero e invitados extranjeros, colman la Plaza Cívica. Las palabras finales del Presidente Dorticós se convierten en una consulta:
"Yo quiero realizar aquí la consulta más directa posible al pueblo de Cuba: ¿Desean ustedes o no que ejerza sus funciones de Gobierno el doctor Fidel Castro? (Exclamaciones de SÍ y grandes aplausos)
Pues si es así, y si esta es la respuesta, yo termino mis palabras alentado por la esperanza, porque aquí quiero repetir unas palabras que pronunciara hace sólo unas horas en la escalinata de la Universidad de La Habana: Esta vez, por vez primera en la historia de nuestra Revolución, no manda Fidel Castro; manda el pueblo que ordena a Fidel Castro cumplir con su deber como gobernante". (p. 101)
En medio de una prolongada e ininterrumpida ovación, Dorticós se acerca a Raúl, toma el micrófono y dice:
"Compañeros: en el instante más cargado de emoción de mi vida, puedo hoy como Presidente de la República, anunciar a ustedes que el compañero Fidel Castro, ante vuestro mandato, ha aceptado retornar al cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario". (p. 101)
La ovación durante varios minutos fue estruendosa. Cuando el pueblo se calma, continúa Raúl: "Creo que esta vez, colectivamente, conjuntamente con todo nuestro pueblo, podemos decir: ¡Gracias Fidel! ¡Qué regrese Fidel! Y ya regresó. En realidad, creo que nunca se fue, porque su pueblo no lo dejaba".
El discurso de Fidel Castro es el más esperado en el gigantesco acto, y comienza:

"Al hablarles en estos instantes, lo primero, la primera idea que me viene a la mente, era preguntarme: ¿Por qué tiene que caer sobre un ciudadano igual que ustedes un peso tan grande de gratitud con su pueblo, con las muestras excesivamente generosas que le han dado de cariño y adhesión? ¿Por qué, si en definitiva no hemos hecho más que tratar de cumplir con el deber, si en definitiva ésta no es obra de un hombre, sino la obra de un pueblo; no es el mérito de un hombre, sino el mérito de un pueblo; no es la gloria de un hombre, sino la gloria de un pueblo, y sobre todo, la gloria de los hombres que han caído por hacer posible estos instantes de felicidad que Cuba vive?
(...) el pueblo sabe perfectamente bien que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de las conveniencias de la Nación, que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de mi sentido del deber y del desinterés que me ha inspirado siempre en esta lucha, ni por el cargo de Primer Ministro ni por todos los cargos de Primer Ministro del mundo juntos". (p. 102-103).
Entonces, repitió aquellas palabras que pronunciara el 16 de octubre de 1953 en su autodefensa: "En definitiva, puedo repetir otra vez, con absoluta certeza a los detractores de nuestra Revolución: condenadme, no importa, la historia me absolverá". (p. 103)

Publicado en: http://www.granma.cu/granmad/2009/07/17/nacional/artic01.html

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